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sábado, 25 de febrero de 2012

La ignorancia electromagnética por Ismael Labrador

Fumar produce cáncer. Lo dice la Organización Mundial de la Salud, avalada por cientos de estudios científicos que coinciden en señalar la existencia de una relación causa-efecto entre los elementos tóxicos de la combustión de un cigarrillo y la aparición de tumores malignos. Sin embargo, eso no evita que muchos padres esperen a sus hijos a la salida del colegio cigarrillo en mano. Puede que alguno de ellos haya decidido encerrarse en el mismo colegio para protestar por la instalación de una antena de telefonía móvil cerca de las instalaciones educativas. Es lo que ha pasado en Ponferrada, que estos días ha tomado el relevo de otras poblaciones donde también se han vivido protestas similares, como sucedió en Canarias hace un par de años.

Lo más curioso es que no existen evidencias científicas que respalden la hipótesis de que las radiaciones electromagnéticas de la telefonía móvil produce cáncer. ¿Por qué entonces existe ese miedo las dichosas antenas? Básicamente porque el ciudadano español medio no tiene ni idea de qué es el electromagnetismo y cómo funciona. Y porque tampoco conoce la diferencia que hay entre correlación y causa-efecto. Este miedo, en nuestro país, se remonta una década atrás, cuando un grupo de padres de alumnos del colegio García Quintana de Valladolid denunciaron, con el apoyo de varias asociaciones ecologistas, que desde la instalación de un repetidor de telefonía móvil se estaban produciendo varios casos de leucemia y tumores entre la población infantil. El caso rápidamente se propagó en los medios de comunicación y adquirió un carácter mediático. ¿La telefonía móvil era realmente la causante de aquellos cánceres? Existía una correlación: cada vez más gente tenía un móvil en el bolsillo y, paralelamente, se habían multiplicado los casos de enfermedades tumorales. Pero esa correlación podría aplicarse prácticamente a cualquier cosa, desde el incremento del tráfico rodado a la disminución de los estrenos teatrales. Lo que se necesitaba era determinar si existía una relación causa-efecto.

A partir de ahí se encargó un informe epidemiológico que determinara si existía una evidencia científica entre la radiación electromagnética de la telefonía móvil y el aumento del número de cánceres registrados. Por desgracia, las conclusiones de este informe -que se puede descargar aquí- no tuvieron la misma presencia mediática que el revuelo que provocaron las protestas previas. En resumen, dicho estudio concluyó que “No se ha podido demostrar una causa del conglomerado decasos de cáncer infantil en el colegio García Quintana, habiéndose rechazadoespecíficamente la hipótesis causal de atribución al campo electromagnético producido por las estaciones de telefonía ubicadas en el edificio López Gómez 5, situado en las proximidades del colegio”. Y señalaba ademaś que “Todas las mediciones de campo, realizadas por diferentes instituciones y organismos durante los meses de septiembre, octubre y noviembre de 2001, se encuentran por debajo de los límites de seguridad más restrictivos, en varios órdenes de magnitud”.

El del caso del colegio de Valladolid no es el único informe epidemiológico que no halla relación alguna entre los teléfonos móviles y el cáncer. De hecho no hay ningún estudio científico que pruebe la existencia de tal relación. La propia Organización Mundial del Consumo considera que la radiación de la telefonía móvil tiene el mismo nivel de cancerogenicidad que los pepinillos en vinagre. Pero no veo a ningún padre con una pancarta en la mano pidiendo que eliminen los encurtidos de los menús infantiles. Por cierto, si alguien tiene dudas al respecto, recomiendo encarecidamente la visualización deeste capítulo del programa Escépticos.

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